Los blogueros del sector turístico viajamos de diversas maneras. Yo lo hice tres meses solo, con una motocicleta de las de antes, con palanca de arranque. Y es que después de un año de volver de la Aventura en India e intentar seguir viviendo de esto que disfruto y me gusta, vuelvo al mundo de los codazos y patadas sin previo aviso, véase Marquez vs Rossi. No me han dado tan fuerte, pero se ve venir.
Por esto quiero contar más en profundidad lo que es un viaje en motocicleta de palanca de arranque, según la experiencia que viví el año pasado con Five por India yo solo, importante dato.
Estas son algunas consideraciones iniciales importantes:
1.Tenía un punto de partida y otro de llegada. Udaipur – Kanyakumari. Solo un sitio fijo donde parar, Goa. El resto estaba sin planear. Tenía tiempo. 2. La moto, Five: Una Royal Enfield Bullet 500cc del año 2006, con carburador y un montón de kilómetros acumulados de los tours con clientes. 3. Sin dinero, el presupuesto máximo en gastos era 500 € al mes, todo incluido!! El viaje en moto en solitario duró tres meses.
Una de las cosas que consigues durante el viaje es ser el niño ese que tenias un poco olvidado. Al que le gustaba estar debajo del agua todo el rato y cualquier cosa con ruedas para poder subirse. Vuelves a ser ese que intentaba arrancar la Bultaco Frontera, sabiendo que el premio era grandioso, poder conducirla un rato…
Mi Bullet 500cc, Five, llevaba arranque eléctrico, pero sólo funcionó los dos primeros días del viaje. El resto del viaje Five era arrancada a patada todo el rato. Y disfrutaba de ello. Mucho más cuando una sola patada era suficiente y la gente miraba con admiración, menos otras veces que me dejaba la pierna y la espalada, para ponerla en marcha.
Recuero llegando a Ragamaya en Kerala. No encontraba el hotel y la moto estaba fallando. Tuve que preguntar varias veces y en una de estas la moto se paró. Intenté arrancar y estuve retando a la bujía durante varios minutos, sudando y pensando que era una sesión de gym. La gente pasaba pero no me decía nada, algo extraño en India. Seguramente me veían convencido de ser capar de solucionar le problema por mi mismo. Al final gano la bujía y tuve que cambiarla. Poco después llegue al resort Ragamaya bordeando a través de una preciosa pista la Reserva Ponmudi, para más información detallada ver aquí, un buen premio, un sitio auténtico.
Aquí se puede ver con detalle la palanca de arranque de Five, tampoco gran cosa, pero muy buen recuerdo 🙂
En fin que si queréis volver al futuro y sentiros como jovenzuelos, #arranqueapatada y viaje en motocicleta de palanca de arranque, por favor. Mejor para la salud, haces ejercicio y mueves músculos y articulaciones. También para el medio ambiente, ahorras y no gastas batería. Y para el Ego, verás como te miran si arrancas a la primera un pepino mono cilíndrico de 500 cc, como la Royal Enfield Bullet 🙂
«India es el escenario perfecto para que un retiro espiritual sea profundo, verdadero y realmente mágico. La meditación, el yoga y el ayurveda, forman parte de la cultura milenaria del país y de la vida cotidiana de muchos habitantes de India y ésto se respira en la atmósfera. Por ello, es el sitio más adecuado para el conocimiento y la práctica de estas técnicas de salud mental y física. Allí se exaltan y elevan los sentidos para la experiencia y conexión entre el cuerpo y el alma: los colores, las escenas, el contacto con la cultura, la naturaleza, la luz, los olores, los cantos, el silencio… algo que no podemos encontrar en occidente. »
Este párrafo es una extracto de la entrevista a Eva Pacheco, nuestra guía acompañante española, traductora y profesora de meditación en los viajes con retiro de Aventura en India.
Enlace con la entrevista completa:
Con nuestra experiencia personal y la de buenos amigos conocedores de India y Nepal, hemos diseñado diferentes viajes de 12 a 16 días de duración y que incluyen retiros de mente y cuerpo de 4 a 10 días. Estos viajes tienen salidas durante todo el año menos los meses de mayo y junio. Los grupos son máximo de ocho personas y son guiados por Eva, que vive en Delhi desde hace mas de cinco años.
El gran atractivo de un viaje al Himalaya con los cielos despejados y azules. Viajar por Nepal con una Royal Enfield es una delicia. Y si además hay una huelga de transportes de varios días y la carreteras están despejadas, es tener mucha suerte.
El primer día teníamos por delante 145 km desde Katmandú a Gorkha, de los cuales hubiesen sido muy duros los primeros, la salida de Katmandú y del valle en el que está la ciudad.
Sin un solo coche, camión o autobús, solo alguna moto y muchas ambulancias, subimos dejando Katmandu en el retrovisor y entonces, después girar una curva, vimos por primera vez la cordillera del Himalaya posando para nosotros con el cielo azul como fondo de escenario.
Después de varias paradas, la comida y el puro de Claudio, llegamos a Gorkha con tiempo de dar un paseo y ver el atardecer entre las colinas del este.
El segundo día empezó, fue el único, con nubes bajas ocultando el valle y haciendo que más de uno pensase en ponerse el traje de agua que llevamos por si llueve. Al final fueron unos pocos kilómetros apretando los dientes, pero muy suaves con el freno.
Justo cuando despejó el cielo subimos a Bandipur, un pequeño pueblo con unas fantásticas vistas, entre Gorkha y Pokhara. La subida fue un gustazo con Five casi rozando estriberas en los ángulos más cerrados e inclinados.
La bajada fue más tranquila disfrutando de las vistas y del campo y sus paisanos.
Y son estos momentos sobre Five los que nunca olvidaré. Llegando a Pokhara, el Anapurna se muestra como una de las escenas más grandiosas para contemplar sobre este planeta.
Pokhara, su lago y su montaña, un sitio de esos que pongo en mi lista de muy pocos, en los cuales te quedarías una temporada para disfrutar realmente de su magia.
Estas son las magníficas vistas desde nuestro hotel en Pokhara, el nuevo hotel Athiti.
El día siguiente fue de descanso y me fui a la colina cercana de Pokhara, desde donde se puede hacer uno de los mejores saltos en parapente tandem del mundo, hasta aterrizar cerca del lago. Desde allí puede observar tranquilamente la grandeza de la montañas que tenía ante mis ojos.
De Pokarha salimos hacia Tansen, 125 km de preciosos valles de curvas enlazadas, atravesando villas y puentes sobre ríos serpenteantes y bravos.
En el camino a Tansen atravesamos un pueblo grande en el que pudimos ver que la tensión de la gente iba aumentando conforme llegaba la fecha de las elecciones generales en Nepal. Las carreteras seguían cerradas y sólo circulaban algunas motos y turistas en furgonetas, muy de cuando en cuando.
La llegado al caer la tarde a nuestro hotel en Tansen fue de lo más espectacular, a través de un sendero muy off-road subimos a un repecho en el cual nos encontramos de nuevo con todo el poderío de la montañas más grandes del planeta.
Al día siguiente salimos hacia Chiwtan, nos esperaban 180 km, la mayoría por la llanura del sur de Nepal, donde discurren todos los ríos que fluyen de las montañas. Quedaban dos días para la elecciones y era último para hacerse notar, el día siguiente era la jornada de reflexión.
Y llegando a Chiwtan, justo después de pasar por el sitio más revuelto de toda la semana, llegó lo que todos estábamos esperando, el pinchazo. Los pinchazos en los tours conllevan el pago de una varias rondas de cervezas al resto del grupo, dependiendo de lo espléndido que se ha el desafortunado. Remarco que este fue el único problema «mecánico» que tuvimos en las seis motos.
Chiwtan es uno de los Parques Nacionales de Nepal, famoso por los Rinos y los Tigres. El día de descanso lo aprovechamos para entrar en el parque en un Jeep Safari.
Con mucha pena nos fuimos de Chiwtan, temprano con el amanecer a las doce y la luz encendida. Nos esperaba una jornada larga de 200 km, con la incertidumbre de lo que nos íbamos a encontrar en el camino a Bakthapur, que pasaba por la circunvalación de Katmandú.
Pero antes del paso por Katmandú nos esperaba la mejor vista de la cordillera de todo el viaje. No cabe ni en cuatro fotos, desde el Everest, hasta el Anapurna. Y como no este es un plano de Everest, justo el monte que está detrás, en medio. El mirador, casi abandonado por la falta de tráfico de la antigua carretera que une India y Nepal, está en Daman, un paso de un puerto de 2500 metros de altura.
Y llegamos a Bakthapur sin problemas para descansar un día en tan bonita y monumental localidad.
Desde Bakthapur pasando por Nagarkot iniciamos un descenso por un camino off-road de 10 km, contemplando detrás de cada gran curva el infinito valle y las enormes cumbres al fondo sobre el tapiz azul. La jornada era de 90 km que nos llevaban hasta casi la frontera con China, en Kodari. Allí pasaríamos otra noche en la jungla en un precioso resort, al cual que se llega atravesando un puente con una caída de 160 metros, desde que el se practican saltos de puenting y otras modalidades. Ninguno de los ruteros no atrevimos.
Y volviendo, el último día a Katmandú, tristes pero muy contentos de la suerte de haber vivido tan fantástico viaje, de nuevo, el Everest ante nuestros ojos. Fue entonces ese momento intenso de la despedida y de dar gracias.
Como digo siempre una de las razones personales que me mantienen en India es poder viajar a otros lugares cercanos. Esta vez ha sido Katmandú en Nepal, un viaje corto de cinco días, lo suficiente para hacerse una idea del país, si no vas a hacer un gran trekking por sus legendarias montañas del Himalaya.
Al llegar al aeropuerto ya estas metido en una película, con tufillo americano, no sé exactamente por qué. Al salir de la terminar cogimos un taxi y nos dirigimos a Thamel, el barrio donde están concentrados la mayoría de los hoteles para turistas. El coche parecía el de los malos de Starsky y Hucht.
Después de dejar las mochilas en el hotel nos fuimos a comer a Durbar Square, la plaza más famosa deKatmandú la capital de Nepal. Allí estuvimos buena parte de la tarde observando la nueva mezcla de colores, rostros, dialectos, olores, sonidos…
Al día siguiente visitamos los lugares cercanos de Kathmandu en moto. Estuvimos en Patan, es su plaza y en un templo repleto de fieles realizando sus ofrendas. El 80% de la población Nepali es hinduista. El resto es budista.
A unos ocho kilómetros de distancia de Kathmandu está Bhaktapur. Otra gran plaza con templos nepalis y bastantes turistas en manada.
Volvimos al atardecer a Kathmandu y todavía teníamos que visitar un par de templos. Uno era hinduista, Pashupatinath, y el otro budista, Bauddha. El primero nos impresionó mucho porque pudimos ver por primera vez desde que estamos en India, la ceremonia de la cremación. En el segundo vimos salir la luna por detrás de los ojos de Buda y de la enorme estupa que los eleva. Un sitio bonito para ponerse el sol.
El viernes en autobús nos fuimos hacía las montañas del valle de Kathmandu. Eran dos noches en el campo, para caminar un poco, unas cuatro horas diarias.
El primero de los destinos fue Balthali, una aldea en una colina sobre un entramado de mesetas, valles, puentes colgantes de acero y sus rios. Bajamos desde lo alto de un monasterio budista, Namo Buddha Monastery, atravesando bonitos campos de cultivo de arroz, mostaza, cítricos, bananas… y otros frutos y hierbas que desconozco. Los lugareños terminaban la jornada laboral, recogiendo la paja y los utensilios de trabajo. Se iba poner el sol pronto.
Desde lo alto de la colina, vimos amanecer y como se iban encendiendo las montañas de Himalaya que teníamos en frente de nuestro balcón. Son momentos muy místicos. Yo los paso siempre con la cámara, otros meditan o hacen yoga…
El día siguiente cambiamos de escenario. Fuimos a Nagarkot, el mas famoso de los miradores de Himalaya de cerca de Kathmandu. Nos pareció menos botino que la aldea del día anterior y mucho más turístico, pero pudimos contemplar de nuevo al amanecer, una gran panorámica de las montañas de 7000 metros a una distancia en linea recta de unos 70 kilómetros.
Poco después, de nuevo en autobus bajamos hacia kathmandu, para visitar un templo budista que nos quedaba en la lista.
El templo de Swayambhu, al oeste del centro, sobre una colina a la que se sube a través de 365 escalones. Al llegar arrriba hay unas buenas vistas de toda la ciudad de Kathmandu. También un paraiso para el turista comprador complusivo de baratijas para la familia y los amigos.
En resumen, un buen salto desde Delhi que sólo está a una hora de vuelo. Sin duda me quedo con la gente de fuera del barrio de Thamel, donde se aglutina todo el turisteo y el gran negocio de las expediciones de sexagenarios gringos y de otras latitudes septentrionales…