Después de renegar decenas de veces de la Royal Enfield, legendario hierro con dos ruedas de la época del imperio Británico, el pasado viernes salí junto a otros cinco valientes para viajar por India en moto, por el estado de Rajasthan. Por la boca muere el pez o nunca digas de esta agua no beberé, estos refranes se me pueden grabar en el culo con… En fin, gracias a los buenos amigos formé parte de la gran aventura de recorrer unos 800 km en cuatro días, por carreteras indianas a 40 grados…

La primera etapa era de 140 km, la distancia que separa el centro de New Delhi de un pequeño pueblo llamado Neemrana, camino de la ciudad rosa, Jaipur. A las 7 de la mañana llegábamos al taller donde nos esperaban las Enfield. Desde allí salimos por la autopista en dirección a Gurgaon, ciudad dormitorio de Delhi, donde se concentran las oficinas de muchas grandes empresas indias y multinacionales. La de veces que he ido en el coche en esa autopista observando a los motoristas locos, carne de cañón pensaba siempre. El viernes era uno de ellos…

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Una vez pasado Gurgaon empezamos a disfrutar más de la moto por carreteras secundarías atravesando efervescentes pueblos llenos de gente con turbantes y saris de colores intensos y brillantes. Muchas veces la carretera se convertía en una pista encharcada o llena de arena… estábamos en pleno campo rajastaní.

A media tarde llegamos a nuestro destino Fort Neemrana, que fue construido en 1.464 y desde los años ochenta es uno de los hoteles patrimonio más importantes de India. Hay que ir a disfrutarlo, no valen mis palabras.

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La segunda etapa era larga y dura, 250 km hasta Jaipur, parando en Palacio de Samode, otro impresionante hotel patrimonio con larga historia que vivir in situ.

El día transcurrió por carreteras secundarías, cruzando pueblos llenos de señores con bigotes puntiagudos y bonitos turbantes. De manera regular y con frecuencia hacíamos una parada para tomar un chai y beber y beber litros de agua. El sofocante calor del mediodía podía con nosotros.

Al caer la tarde llegamos al impresionante Amber Fort, a poco kilómetros de nuestro hotel en la ciudad rosa, Jaipur. Fin de etapa sin pito pero con los mejores de mundo. Acascala!!!

La tercera etapa nos llevó desde Jaipur a Alwar a través de pequeñas aldeas repletas de vida y colorido, no sin antes esquivar como si de un vídeo juego se tratase «camiones por todos los lados».

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Cuando más fuerte pegaba el sol sufrimos un atasco en medio de una especie de poblado del oeste en el que estaban preparando la carretera para ser asfaltada por primera vez. Un camión estaba descargando tranquilamente ocupando nuestro carril y los coches y camiones que intentaron adelantarlo bloquearon el carril contrario… Y es que no se puede explicar, solo puedo pensar ahora que menos mal que no había autobuses de línea en el pueblo.

El final de la etapa pasaba por cruzar una reserva de tigres, Sariska National Park. Solo vimos algunos pájaros y montón de monos, menos mal, como dice Geno.

A media tarde llegamos a nuestro destino, Dadhikar Fort, otra maravilla de fuerte-haveli-palacio encaramado en una montaña, con unas preciosas vistas de los campos de alrededor. Paz, mucha paz a pocos kilómetros de la asfixiante Nueva Delhi. Me gustó tanto que me vuelvo mañana!!

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