A caballo entre esta y otra dimensión en Raices Ongamira

A caballo entre esta y otra dimensión en Raices Ongamira

Maravillas naturales lejos de las leyes de los hombres.

No es facil encontrar muchos países que reunan la diversidad geográfica y riqueza natural que tiene Argentina. Un país con…
Una extensa superficie de tierra atravesada longitudinalmente por la cordillera de los Andes, la segunda más alta y la más larga del planeta.
Un gran océano, el atlántico, que baña toda la costa este del país.
Selva tropical al norte, con una de las cataratas mas imponentes del planeta, Iguazu.
Grandes ríos como el Paraná, el segundo más largo de Sudamérica.
Los glaciares más grandes del planeta, como el Perito Moreno y el Vinciguerra.
Los lagos mas caudalosos de la tierra.
El segundo humedal del mundo con una superficie de 12 000 km², y el mejor conservado, los Esteros del Iberá.
El altiplano, una meseta del altura con grandes acantilados al este y al oeste, formando imponentes montañas y quebradas con los colores del arco iris,

Sierras de Córdoba.

Tienen esa magia de lo que va por delante del resto. Altas cumbres de casi tres mil metros, valles con grandes ríos, frondosos bosques, zonas áridas con salinas mezcladas de monte de arbustos y flores de todos lo colores. Palmeras semi tropicales en medio de campos de pasto. La ganadería y los caballos, las estancias y todo lo relacionado con el buen comer.

Sierras Chicas.

Al norte se situa una de las sierras cordobesas, las Chicas. Es obvio que son las de menor altura, con el cerro Uritorco de 1.979 msnm, al este de Capilla del Monte.

 

Ongamira.

Y un poco más al este, a una altitud de unos mil metros, esta el Valle de Ongamira. Se compone de suaves colinas de color verde, por su baja vegetación y rojo, por las caprichosas formaciones rocosas de arenisca que caracterizan el paisaje de la zona.

Los indios Comechingones.

Hace más de 6.600 años en la región de Ongamira predominaba la cultura indígena «Ayampitín». La cultura Comechingón llego después, sobre el 500 d.c. Eran nuevos pobladores, de carácter alegre y respetuosos con la naturaleza. Pero llegaron los españoles a esta zona y marcaron su final, el suicidio colectivo de mujeres, ancianos y niños desde el cerro Charalqueta, nombre que significaba entonces cerro de la alegría en idioma Comechingón, y que fue rebautizado después como cerro Colchiquí, cerro de la tristeza. No fue un suicido voluntario, los españoles avanzaban y la guerra estaba perdida. En lo alto del cerro se pueden ver, excavados en la roca, los morteros donde trituraban las raices de plantas de efectos sedantes para hacer la salida de este mundo menos dura.

El cerro Colchiqui.

La caminata para subir se hace en unos 90 minutos, a pié o a caballo. El recorrido es precioso y empieza en casa de Mónica, donde también te organizan la cabalgata. Una estancia ganadera entre las gigantescas rocas rojas de mil formas erosionadas por el viento. Además de la subida al cerro se pueden hacer otras caminatas y cabalgatas por la zona. La excursión me gustó tanto que subí un día por la mañana y otro por la tarde. Las cavidades de las paredes de las rocas del cerro son los nidos del Condor Andino, un ave espectacular de la más grandes que puede llegar a tener un envergadura de 330 cm. Las dos veces tuve la suerte de maravillarme con sus vuelos circulares y aproximaciones saludando a los visitantes de su casa. Cuando empiezan a calentar las rocas por el sol es buen momentos para verlos. Al caer la tarde vuelven a sus nidos dejandose ver de nuevo. Pude ver una familia llegar de más de 15 miembros, alucinante.

Ongamira - Moto - 1

Raices Ongamira, estancia única

Lejos de todo, en el centro de Ongamira, rodeado de naturaleza y con unas espectaculares panorámicas del Colchiqui, está Raices Ongamira. Tres cabañas serranas, una casa grande y una piscina con agua de la vertiente forman la estadía de 30.000 hectáreas. Las cabañas son muy confortables y acogedoras, con estufa de leña, camas de primera categoría y parilla para el asado, indispensable para los turistas nacionales. La privacidad está asegurada en cualquiera de ellas, ya que están muy separadas entre si. Las maravillosas vistas al cerro también están garantizadas desde cualquiera de ellas.

Raices es el lugar ideal para conectar con la belleza de la sierra, con sus espectaculares cielos, con su silencio, con su magia..

Solo los genios como Marcelo son capaces de superar todos los retos para crear lugares como éste, procurando en todo momento que los huespedes puedan conectar, como ellos lo hacen, con la paz de este paraiso en Ongamira. Raices es el tipo de lugar para alojarme que voy buscando siempre en mis viajes, un lugar autentico hecho con pasión y amor y que acabas haciendo tuyo mientras estas allí.

Marcelo es guia de montaña y una buena opción si decides subir al colchiqui a pie.

Alrededor de Raices

En una franja de 10 kilometros la población es muy reducida, la conexión con la naturaleza esta garantizada. Estos son algunos de los lugareños de la zona:

Camping La Lomita.

Un excelente lugar para acampar debajo del cerro. Además su kiosco bar tiene las mejores pizzas del valle. Julio se llama el maestro pizzero. En dirección este, después del camping, os encontrareis a Felipa, que vende es su nini-kiosko pan casero y unos ricos pastelitos de membrillo y batata.

Museo arqueológico.

Es el punto de partida para subir el cerro. Allí mismo puedes visitar una excavación arqueológica de un asentamiento Comechingón, al que se llega después de un precioso paseo por la finca. Mónica es la dueña y la amable persona que recibe y da las indicaciones. Desde allí, además de la subida al cerro, se pueden hacer otras caminatas y preciosas cabalgatas por la zona organizadas por su hijo Gustavo.

La subida al cerro es la mejor excursión que puede hacer si pasa un día en Ongamira

Dani

Parque Natural Ongamira

Poco después en la misma dirección este encontrarás a Alfredo en la cabaña de admisión al parque. Allí se hacen varias caminatas entre la montañas de roca rojiza. La más larga sube a una de ellas, con una vistas preciosas del valle.

Grutas de Ongamira

Varios recorridos cortos te hacen llegar a estas grutas rocosas formadas por la erosión y el paso del tiempo.

A Orilla del Río

Siguiendo por la pista y a unos 11 km de Raices hacia el este, pasada la puerta del cielo (sitio famoso por los avistamientos de ovnis en la zona) esta la estancia A Orilla del Río, otro sitio único y con mucho encanto de obligada visita. Dina te recibe y se encarga de que disfrutes de un día en el campo inolvidable.

Ongamira: Zona de avistamientos ovni

Este área de la Sierras Chicas entre Capilla del Monte, Los Pajaritos y la Puerta del Cielo es famosa en el mundo de las ciencias del más allá por diferentes fenómenos UFO. Expedientes X sin resolver que hablan de Ongamira como centro energético de la tierra. Un Chakra, una puerta a otra dimensión en la que está la ciudad de Erk, habitadas por seres elevados. Lo mejor es ir por allí a pasar unos días con Marcelo en Raices Ongamira y hacer tu mismo la investigación.

Te dejo un prólogo por si te animas. El documento de finales de los 80 de Fernando Jiménez del Oso y JJ. Benítez cuanta lo vivido en los inicios de un hecho que trae como consecuencia hoy  sea Capilla del Monte uno de los lugares más visitados en el planeta por el tema OVNI.

Mis avistamientos

No tuve la fortuna de ver nada extraño. Me conforme con…
Sus enormes ranas, familias de cóndores andinos volando encima de mi cabeza, preciosos colibris, toros gigantes, vacas, terneros y caballos curiosos mirando con descaro indiano, pequeños zorros alrededor de nuestra cabaña, pájaros con un canto precioso, y… entre toda esta fauna nos volvimos con un amigo, el simpático gato Coco de Raices, al que le encantaba el sillón de mi Himalayan.
Sus tormentas eléctricas, las mas impactantes que nunca hemos visto.
Sus flores amarillas que se abren ante ti al atardecer.
Sus cielos de super producción de Hollywood con todos los colores del arcoiris.
Y Su energía.., ojala puedas ir, y darte tiempo y la oportunidad para que tu tambien la puedas sentir. 

Más de Córdoba, Argentina en el blog:

Navidad en las sierras de Córdoba

 

[A tierra con Marta en el Himalaya] Historietas de India en moto

[A tierra con Marta en el Himalaya] Historietas de India en moto

En el otoño de 2016 cumpli una promesa que le había hecho a mi mujer Marta, recorrer con ella algunos de los maravillosos lugares que ya había recorrido yo en solitario en 2015.

Habiamos vivido tres años en la India y a pesar de conocerla bien, nos seguía atrayendo. Marta fue muy valiente y no dudo en decir que si, a pesar de que ir paquete en moto no era algo que hiciera habitualmente.

Esta historia es de uno de los momentos más intensos durante aquel viaje, una caída a 4000 metros en el Himalaya.

La alta euforia

Dejando cabos sueltos a dioses y a fechas propicias llegamos a Delhi.

Desde la primera vez que vi la moto en la tienda de Karol Bagh de mi amigo Rahul, hasta la caída, el viaje iba perfecto. 

“Burry” era una moto nueva y habíamos pasado los 500 km desde Kalka, vía Shimla – Rackham – Kalpa – Nako, hasta  Tabo. Desde los 600 a los 3.500 msnm.

 

Día siete de viaje en moto

Era el día de moto menos duro desde el principio del viaje, solo 50 km a Kaza. Ese día un desprendimiento nos mantuvo a la espera tres horas antes de pasar el control de Sumdo.

A mitad de ruta teníamos el Monasterio de Dankhar, a casi 4000 metros de altitud.

Llegamos cerca del mediodía y Marta se dió un paseo por la Gompa con 1200 años de historia.

Esperé afuera con la moto mirando el gran precipicio hasta el río, salpicado de casas y huertos.

El edificio principal del milenario monasterio está asentado sobre unas puntas de rocas, como un castillo de arena.

Parece que el cualquier momento se puede caer...

La caída

Con el calor sofocante del mediodía seguimos camino de Kaza. La carretera era estrecha pero estaba bien asfaltada y acompañaba al río Spiti dejandolo a la izquierda.

Sólo nos quedaban once kilómetros para llegar a Kaza y poder descansar un par de dias.

Al final de una recta ví un camión que venía de frente.

Por mi experiencia viajando por India en moto sabia que el camión no se apartaria y que la moto, el vehículo más pequeño es la que se tiene que apartar. A pesar de ello no reaccioné a tiempo y pense que el camión dejaría algo de espacio por el asfalto.

Tarde y mal abandoné la calzada entrando en el pedregoso arcén. Entonces terminé de arreglarlo frenando demasiado con la rueda delantera.

Nos fuimos al suelo. La rueda delantera derrapó hacia la carretera, cayendo la moto y nosotros sobre el costado derecho.

La bronca

Nos quedamos casi sentados en la moto y miré atrás preguntando a Marta si estaba bien. Dijo que sí pero la pierna derecha la tenía entre el escape, la alforja y el suelo.

Levante muy poco la moto y Marta pudo ponerse de pié mientras me dirigia una mirada de pocos amigos. Dejé la moto apoyada en las piedras y me acerqué.

Ademas del gran susto estaba muy enfadada. Al poco tiempo se acerco un camión idéntico al que no esquivé que paro para ver que pasaba. Llevaba tres trabajadores de mantenimiento de la carretera. No hablaban inglés y les dije que siguieran.

Marta se sentó sobre una piedra mirando el río. Estaba llorando.

Mientras, yo intentaba arreglar la moto, pues no me arrancaba le decia que estuviera tranquila. Además de romper la luces de giro de la derecha, el acelerador estaba trabado.

Llega la ayuda

Estaba intentando reparar la moto con el unico fin de poder llegar a Kaza cuando escuché el ruido de una moto.

Me dí la vuelta y vi acercandose a lo lejos una Bullet 500cc con una pareja.

Al llegar a mi altura se pararon. Él chico era Indio y se presentó en perfecto inglés, se llamaba Antik. Le dije que nos habíamos caído y que tenía un problema en el acelerador.

Su acompañante era una chica con aspecto de europea. Con un marcado acento francés me dijo que estaba de vacaciones en India.

Victoria enseguida me preguntó si mi mujer estaba bien y ofreció su ayuda. Le dije que adelante.

Rápidamente bajó de la moto yendo hacia Marta que seguía sentada mirando el río o mas bien con la mirada perdida.

Dos ángeles nos sacan del infierno

Antik fué en busca de un mecánico a Lidang, un poblado a dos kilómetros en la ladera de la montaña. Seguí trabajando con el acelerador.

Me giré y ví a Victoria sentada junto a Marta con el brazo por encima de sus hombros.

En ese momento llegó la calma, doblegando al pánico que genera una caída.

Los viajes de aventura son una montaña rusa de emociones muy intensas.

Encuentro en Losar

Al día siguiente teníamos el Kunzum Pass de 4.590 msnm.

Losar es el último poblado y alli paramos para estirar las piernas. Eramos los unicos turistas. Cuando nos disponiamos a partir de nuevo llego un coche.

Se bajaron Antik y Victoria! Con la alegria de verles, compartimos un chai y charlamos. Que casualidad!

Esa noche íbamos a dormir en el mismo campamento en el lago Chatandral. Quedamos en vernos en el paso y reanudamos el viaje.

Largo día

Después de hacernos fotos con nuestros ángeles de la ruta en Kunzum Pass, quedó una tarde dura, la subida a Chandratal.

Antes de cruzar el puente de Batal, seguimos una pista hacia el norte por un barranco entre picos de siete mil metros hasta el collado del lago de la luna.

Fue la peor parte del viaje para Marta. En varias ocasiones se tuvo que bajar de la moto para cruzar ríos y bancos de arena.

Justo antes de anochecer aparecio a lo lejos el campamento en el que dormiriamos.

Nada mas verlo, Marta se bajó sin pensarlo dos veces de la moto para hacer el resto del camino andando.

Estaba muy cansada. El viaje por pedregales y barrancos a 4.500 msnm habia sido agotador. 

Nos vemos

Antes de que regresara Antik del pueblo conseguí arreglar el acelerador.

Mas tranquilo por estar arreglada la moto, charlamos un rato.

Nos contaron que estaban haciendo la misma ruta que nosotros en coche con conductor. Ese día habían alquilado la Bullet 500cc en Kaza para ir de excursión por los monasterios de la zona.

Nos despedimos de ellos dandoles las gracias y un gran abrazo.

Siguieron su camino y nosotros el nuestro hacia Kaza.

Bonita noche

La gran tienda de campaña con camas y baño privado en Parasol Camps en Chandratal nos parecio el mejor palacio del mundo.

Al caer la noche, después de un espectacular atardecer donde disfrutamos viendo el sol ocultandose por el valle, nos llamaron para la cena.

Fue una noche especial que compartimos entre licores, dialectos y unas buenas risas con Victoria y Antik.

Marta les preguntó si al día siguiente podía ir con ellos en el coche y dijeron que encantados.

Pero el que estaba más que encantado era yo.

El día más duro del viaje, por la parte más agreste iba a ir ligero, sin paquete, ni equipaje!

Un día para poner arriba en el ranking

Salí del campamento con el parabrisas lleno de hielo.

El sol aparecía allí abajo entre las montañas. Los rayos superaban las cumbres con destellos, cambiando los colores de todo.

Iba gozando a la grande de la moto y el espectáculo. Los torrentes, arenales, pedregales, pasos con vértigo igual que la tarde anterior, pero disfrutando de otra manera.

Llegué a la ruta principal demasiado rápido y me crucé con dos camiones, dandoles los buenos dias… y tan buenos días!

Después del puente de Batal paré a esperar al coche con Marta y mis nuevos amigos, mientras me tomaba un rico chai y me fumaba un cigarro.

Fue de esos que saben mejor que un Cohiba.

La sensación de niño feliz

Fueron unas largas horas de gozar a lo grande con la moto.

Este día lo recordaré para siempre como uno de los mejores de mi vida.

Con los pies calados llegué a Chhatru, super contento y allí estuve un rato dando gracias por la suerte de haber vivido esta gran aventura.

Poco después llegaron en el coche Marta, Victoria y Antik.

Después de descansar en el chiringuito seguimos hacia el famoso Rohtang Pass.

Cuando agarré el reluciente asfalto al principio de Rohtang,  empecé a gritar emocionado y a dando gracias por todo lo que tenía alrededor y lo que había vivido aquel día en la moto.

El resto de el viaje, mapas, vídeos, aquí:
https://blog.aventuraenindia.es/category/spiti-valley-himalaya-motocicleta

[Gripada de motor en India] Historietas de India en moto

[Gripada de motor en India] Historietas de India en moto

En la primavera de 2015 hice un viaje en solitario en busca de la libertad cruzando la India de norte a sur en moto. Con «Five» una Royal Enfield Bullet 500 del año 2007 de la flota de un empresa de tours. Esta es la historia de cómo rompí el motor un día de mucho calor, por no parar a descansar y enfriar, el exceso de kilómetros, y la mucha prisa que tenía por llegar antes del aperitivo.

Llegada en tren a Goa

Cuando una madrugada de marzo me presenté empapado en casa de Shibu en Goa, después de estar tres meses dando vueltas por India, sabía que llegaba a mi propia casa. Aquella noche llegué en tren desde Ahmedabad a la estación de Margao en Goa después un viaje de 24 horas con la moto abordo.

Al salir de la estación después del papeleo tenía que conseguir gasolina para llegar a la estación de servicio más cercana. Eran las dos de la mañana y solo vi un par de auto rickshaw en la puerta principal. Me acerqué con la moto arrastras saludando a los conductores. Les dije que necesitaba combustible para llegar a la gasolinera. Uno de ellos busco en el auto y me ofreció una botella negruzca de dos litros con un líquido amarillo. Sorprendido agarré la botella y les pregunté si era gasolina. Me dijeron que sí, con mucha seguridad. A pesar de ello fruncí el ceño, abrí el tapón, olí e hice el gesto de beber, levantando la botella hacia mi boca y con la cabeza hacia atrás. Inmediatamente los dos tipos empezaron a gritarme.

“No no no sir!”.

Baje la cabeza y miré sonriendo, acercándome a ellos para darles la mano y las gracias.

Llegué al Buddha Garden en la playa y me fundí con Shibu en un abrazo. Con cara de sueño y sorpresa me sacó una toalla.

“Estás aquí.” Me dijo Shibu.

“Sí, he llegado un poco tarde, lo siento. Estoy muy contento. Te envié un mensaje preguntando si estaba lloviendo. Conforme avanzaba el tren hacia el sur se acercaba una tormenta”

“Aquí no ha llovido. Un sol estupendo. Ha empezado hace media hora”, respondió Shibu.

“Tenía de llegar y no he parado. Solo han sido los últimos treinta kilómetros y el ordenador estaba bien cubierto.”

“Bienvenido, tu cama está preparada.”

Shibu es una de esas personas que tienes la suerte de conocer cuando viajas. Nos conocimos en 2011, la primera vez que estuve en Goa. Es de Kerala de un pueblecito cerca del río Periyar, el más grande del estado de sur de India.

En el paraíso estuve dos semanas, disfrutando, descansando y trabajando. El plan que era llegar hasta Kanyakumari, por los hoteles más auténticos de la ruta.  Zigzaguear entre la montaña y la playa hasta el cabo Comorin. A la altura de Goa empieza la parte más escarpada de los Ghats Occidentales, cordillera que recorre en paralelo la costa Malabar y da lugar a la meseta del Decán, con una altitud máxima de 2.695 msnm .

India en moto - Dani Guarinos
India en moto - Dani Guarinos
Viajes en moto de aventura

Sigue el viaje hacia los Ghats Occidentales

El primer día después de las vacaciones llegué subiendo preciosas carreteras entre santuarios de vida salvaje (Bhimgad, Bhagwan Mahavir) a Dandeli. Un pueblo industrial en medio de la jungla en el que toda la población trabaja en dos enormes fábricas de papel. Tras pasar la noche allí, madrugar y atravesar con la niebla el bonito parque nacional de Anshi, llegué a Gokarna. Allí estuve un par de días en Swaswara, un hotel excepcional, totalmente orientado al bienestar y la salud. El Ayurveda, la medicina tradicional, el yoga y la meditación son pilares de la cultura India.

La plantación de café

Volviendo a la montaña estuve en una increíble finca de café de 400 hectáreas a mil metros de altitud y más de 300 kilómetros de la playa de Gokarna. Llegando allí atravesé el santuario salvaje del Valle Sharavati por carreteras muy rotas. Allí vi los primeros campos de Té del sur de India en una ladera.

En seguida apareció Rakesh, el encargado de la casa rural. Un joven de Bangalore que había dejado su trabajo de informático en la gran ciudad, para venir a trabajar al campo.

“Namasté!”, le dije con una sonrisa.

“Namasté sir”. Me contestó con otra sonrisa.

Rakesh hablaba muy poco inglés. Después de ayudarme a subir los bultos a la habitación, me dijo:

“Señor. ¿Le gusta el vino?.”

Sí, claro. ¿Cuánto cuesta la botella?.”

“El mismo precio que en la tienda… sobre 700 rupias.”

“Bien, en ese caso… ¿Es Shula?.”

“Sí.”

“Guárdalo para después del atardecer.” Le dije con un guiño.

“¿A qué hora quiere cenar, señor?.” Me preguntó.

“Cuando tú quieras Rakesh, muchas gracias. Estoy muy contento de estar aquí.”

“También nosotros estamos contentos. A las ocho estará preparada la cena señor.”

Mi habitación tenía una enorme cama, con un escalón de madera para subir, cubierta con una preciosa colcha de color burdeos. Toda la habitación era rojiza. Muebles rústicos preciosos, las lámparas y los apliques y luz, todo como debe estar en la mansión de un inglés muy adinerado perteneciente a la Compañía Británica de las Indias Orientales.

India en moto - Dani Guarinos
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Viajes en moto de aventura
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La reunión de trabajo en Bangalore

Al día siguiente me llamaron desde Delhi para que fuese a Bangalore, a 273 km de Balur, para una reunión de negocios.

Eran cerca de las siete de la mañana y con un buenísimo café café, fumando un cigarro puse las alforjas sobre Five. Después de una bonita despedida y de unas cuantas patadas de más a la palanca de arranque, salí de Balur Estate para llegar a Bangalore a la hora de comer. La carretera estaba en buen estado, sin tráfico y con señalización. Disfrutaba de la moto acelerando por un escenario agreste.

Después de los primeros 100 km paré en una gasolinera. Empezaba a hacer calor. Reposté, bebí agua y fumé un cigarro, mirando el mapa y los 170 km que me quedaban de ruta. Eran sobre las nueve de la mañana y en tres horas más podría estar en Bangalore. Apuré el pitillo indio, Gold Flake light, y me subí a Five. Muy pocos kilómetros después empezó una autovía de doble carril, con largas rectas, atravesando los grandes campos de cultivo de la meseta Decán.

Se rompe el motor de five

La temperatura estaba subiendo, iba con la chaqueta abierta. La autovía tenía continuos flyover que conectaban con los pueblos. La velocidad constante de 70-80 km/h bajaba en las subidas. Justo pensando que pronto tendría que parar, de repente, sin un movimiento brusco perdí toda la potencia de la moto. Por mucho que girase el puño la moto planeaba sonando como un campanario. El ruido a hierro roto bajaba la frecuencia, conforme descendía la velocidad intentando buscar una sombra, que no había.

En el arcén empecé por quitarme ropa poniéndome pantalones cortos y calzado cómodo. Terminando con la gorra de la buena suerte bebí un largo sorbo de agua caliente. La temperatura era de 40 º. Pasaban coches por la autovía y estaba tranquilo. Al poco rato un autorickshaw paro en mi auxilio después de gesticular con los brazos. Un señor que iba solo atrás me preguntó y le dije que necesitaba un mecánico de motos Royal Enfield. En seguida sacó un Nokia antiguo de su bolsillo, y tras buscar con unos dedos gordos y negros en el teclado, se lo llevó con ímpetu a la oreja. Pude entender poco, pero lo bastante como para saber que le estaba describiendo a alguien y cuál era la situación exacta. Colgó de repente diciéndome:

“Sir! fifteen minutes mecanic here”

Estábamos a 7 km de Kunigal y a 80 km de Bangalore. Un lugar en medio de la nada muy agrícola. Seguí relajado esperando hasta cuando por el carril de otro lado de la autovía, llegó a mi altura una moto con dos personas haciendo señas y gritando. Eran los mecánicos. Abdul era un tipo delgado, con cara de buena persona, sonriente y educado. Tendría cerca de los 40. Su hijo era un enorme chaval de unos 20 años.

“Salam malekon Abdul!.” Le dije sonriente.

“Salam!.”

la cargan como a una vaca.

Después de comprobar que la moto estaba rota Adbul hizo una llamada. Al poco rato llegó por la vía de servicio un camioncito Ape, igual de ancho que un auto rickshaw, un poco más largo con cuatro ruedas, cabina y toda la parte trasera para carga. Marcha atrás se puso perpendicular a la cuneta, en una pendiente muy pronunciada. Barak cogió a Five y la bajó muy despacio hasta apoyar la rueda delantera en la parte trasera del camioncito. Después soltó el freno y Five estaba en la plataforma, como hecha a medida. Cargué mis bultos y me subí de copiloto.

Llegada a Kunigal entre gallinas acojonadas.

En 15 minutos que pasaron pensando en lo bien que iba el desastre llegamos a un pequeño taller. Era una casa de dos plantas con bajo en la carretera principal del pueblo. El local contiguo era una tienda de gallinas con jaula en plena calle. En India eliges la pieza viva y el carnicero le corta el cuello frente a ti. De repente aparecieron cuatro o cinco paisanos entre risas. Bajaron la moto entre todos como una pluma de la plataforma. Después de un rato de desmontar, liberado el pistón vimos que había terminado como las gallinas de la tienda. El mecánico me dijo que no había visto un pistón partido de esa manera en 20 años, ni a un extranjero tampoco.

India en moto - Dani Guarinos
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Cinco días en Bangalore

La moto iba a estar lista en un par de días, pero al final fueron cinco. Un sábado a mediodía en taxi volví a Kunigal. Adbul no estaba en el taller, estaba en el médico. A los cinco minutos llamó por teléfono me dijo que la moto estaba lista y el importe a pagar, diez mil rupias. Pagué, me puse el equipo, cargué las alforjas y arranqué a Five. El objetivo era llegar a Mysore a 150 km, sin pasar de 40 km por hora por el rodaje.

Vuelta a la carretera

Atravesé el pueblo hacia el oeste para volver por donde había venido seis días antes. Llegando a la autovía a pocos kilómetros del pueblo, la moto se paró de forma repentina con un ligero chasquido. Esta vez había una gran sombra, en la cual estuve esperando un buen rato, después de una llamada. No me atreví a arrancar la moto, solo bajé la palanca de arranque con la mano, comprobando que tenía compresión. El ayudante llegó, arrancó la moto y me dijo que la llevase de nuevo hasta el taller.

De vuelta al taller

Al llegar llamó a Abdul y éste me dijo que había que rodar el motor en ralentí toda noche en el taller. Me senté en un silla del taller y esperé un par de horas. Por fin llegó Abdul con un amigo en un Ford Scorpio muy viejo. Con una gran sonrisa me estrechó la mano y con gestos de dolor se disculpó por no estar por la mañana. Me dijo que tenía un problema de estómago y que había tenido que ir al médico en Bangalore. Me preguntó si había comido y le dije que no. Después de dejar mis cosas en el mejor hotel de Kunigal, 500 rupias la noche, Abdul me llevó a cenar con su amigo al mejor restaurante del pueblo. No me dejó pagar la cena.

Siempre amanece al día siguiente.

Antes de salir el sol ya caminaba hacia el taller, contemplando como un bobo el comienzo del día en la calle principal de Kunigal. Despidiendo a todos cariñosamente salí hacia Mysore a 120 km. No podía pasar de 30 – 40 kilómetros por hora y debería parar para enfriar el motor cuatro veces, durante por lo menos medía hora. El día fue muy largo y transcurrió sin sorpresas. Disfruté de la bonita carretera que atraviesa el río Kaveri, llegando a Mysore a la hora de comer, muy contento de empezar de nuevo el viaje.

Alicia Sornosa y abdul

Un par de años más tarde mi amiga Alicia Sornosa hizo un viaje en La India en moto y pasó por Kunigal a saludar a Abdul de mi parte. Que grande eres Alicia!! 🥰🥰

In dia en moto - Alicia Sornosa

[Mango con moto y tren] Historietas de India en moto

[Mango con moto y tren] Historietas de India en moto

Estación de tren de Kottayam en Kerala

El viaje de tres meses en moto

En octubre de 2016 crucé India en moto por segunda vez de norte a sur. Esta vez con Marta detrás. Después de hacerlo solo en 2015, se lo prometí. Esta vez más aventura cruzando primero el Himalaya para continuar hacia el sur hasta Kanyakumari. El plan del viaje requería subir y bajar la moto del tren en varias ocasiones. Esta es la historia de una de ellas.

Sale la moto en tren a Delhi

Terminado el periplo, desde Kottayam (Kerala), envié la moto en tren a Delhi. Dos días de viaje que ya había hecho el año anterior. Esta vez reservé un vuelo barato para quedarme un día más en Kerala. Un plan muy apretado por seguir disfrutando un poco más del paraíso y no pasar 48 horas en un tren.

Al día siguiente salgo en avión a Delhi

Muy mal dormido a las cuatro de la mañana salí en un taxi hacia al aeropuerto de Kochi. El vuelo llevaba media hora de retraso. Durante los meses de invierno en el norte de India la niebla causa retrasos en vuelos y más en los trenes. Llegando a Delhi el capitán anunció que no podía aterrizar por la niebla y que debíamos esperar volando en círculos. Aquello fue eterno y en varias ocasiones parecía que bajamos, hasta que sin ver casi nada, aterrizamos entre suspiros y caras de gran alivio. La moto llegaba por la tarde a New Delhi en el Kerala Express desde Kerala.

En la estación de tren para recoger la moto

A las siete de la tarde aburrido y sabiendo que el tren venía con retraso me fui a la estación. Estaba en un hotel cerca, en el loco Karol bagh, era un agradable paseo en auto rickshaw. Llegué con muy buen humor. Subí a oscuras las escaleras hacia la pasarela de los andenes. Tenían un problema eléctrico en todas las fases de las escaleras. Al llegar al primer andén, estos si que tenían luz, me encontré un montón de gente, la mayoría esperando, sentados y tumbados sobre alfombras o cartones, descansando e incluso durmiendo. Otros comiendo y bebiendo como si estuvieran en un pinic. También algunos despistados, como yo, que llegaba a esa muchedumbre, en busca de un número de andén, un tren y una moto.

El gran ajetreo alrededor me tenía confuso, mi buen humor estaba muy tocado. Ni preguntando a los ferroviarios, ni en los paneles, podía ver información sobre la hora y el lugar de llegada del Kerala Express. Me preguntaba si podría sacar la moto de allí esa noche o volvería sin cumplir la misión. Decidí ir a la zona de mercancías de la estación. Volví a subir a la plataforma con la linterna del móvil. La gente se movía entre empujones con los equipajes cómo podían, con los niños, algún animal doméstico, era una locura. Las luces de las escaleras seguían sin funcionar. Observando el descomunal desorden atravesé por la pasarela principal la enorme estación con 16 andenes.

Daniel y MartaPepper Trail en Wayanad

 

Entrando al Valle de Spiti en el Himalaya.

Con Shibu en Goa

El almacén de mercancías

Después de un buen paseo entre trenes, vías y sombras de portadores arrastrando mercancías, llegué al almacén. Al entrar dos perros jóvenes que jugaban entre las cajas me gruñeron. Los viejos acostados inmóviles sobre estas, levantaron sus cabezas sin perderme de vista. Seguí y empecé a ver porteadores descansando sobre cajas y carretillas. Debían estar esperando a los trenes con retraso. Todos con el mismo aspecto, muy flacos con sus pañuelos de trabajo como almohada, pies descalzos y chanclas en el suelo, con la ropa sucia y rasgada.

Uno de ellos se acercó y me preguntó qué hacía allí con la mirada. Le dije que estaba esperando el Kerala Express para recoger una moto. Moha no hablaba inglés y mi hindi es solo para saludar con amabilidad. Entendí después de las miradas y los gestos que Moha y un amigo querían acompañarme al andén a buscar la moto.

Paseo al andén 14

Y de nuevo regresé a las sombras de la estación, luces muy pocas aquella noche hasta aquel momento. Esta vez iba acompañado por los porteadores y era distinto, empecé a disfrutar del drama. Moha se dirigió al andén 14. Ese preciso momento llegó un tren frenando, los altavoces chillaban anunciando las llegadas, la multitud de un lado a otro, entre las carretillas y los porteadores. Para mi un autentico escenario de caos absoluto y para el resto de los miles de indios de la estación la vida normal. El tren no era el Kerala Express.

En el andén opuesto otro tren iba a partir de inmediato. Los últimos pasajeros subían con premura. Estábamos cerca final del convoy, en el penúltimo vagón los porteadores con mucha prisa y desorden cargaban las últimas mercancías. La tensión del alboroto era tremenda. Los porteadores con carretillas a tope de carga esquivaban al resto de milagro. Las cajas de mercancías entraban al vagón a empujones o volando por encima de las cabezas. 

Más retraso del Kerala Express

Al final el tren partió. Aproveché ese momento de calma para preguntar por mi tren. Un señor con una gorra con visera y tomaba notas sobre la expediciones sobre un atril en medio del andén. Me dijo que el Kerala Express venía como mucho retraso. Moha sugirió volver al almacén y esperar allí. Aquel perruno lugar era casi nuestro y los andenes del resto de los indios. Invité a Moha y a su amigo a un chai, y allí entre las cajas de mercancías, las carretillas, los perros y las penumbras, lo tomamos como en casa. Moha con su biri y yo con mi cigarro.

Al rato el amigo se cansó de esperar y con un saludo diciendo «Aquí os quedáis» desapareció entre las sombras. Pasaban las horas y una app del móvil me decía que el tren estaba solo a 50 km de Delhi, pero parado. Nos sentamos en casi todas la carretillas del almacén, incluso a ratos Moha tumbado sobre ellas. Yo tenía miedo de relajarme y que se me subiese un perro buscando calor humano, eran muchos. Estuvimos hablando parte del tiempo. Moha me preguntaba por algunos países por los que sentía curiosidad. También hablamos del sur de India. Terminé los cigarrillos cortos Gold Flake y solo nos quedaban los biris de Moha. La megafonía de la estación anunciaba la llegada de los trenes en hindi e inglés. Por fin, después de muchos trenes y seis horas, el Kerala Express entraba por el andén 14.

Santuario de vida salvaje de Wayanad en Kerala

Por fin llega el tren con la moto

Al cruzar de nuevo las vías desde el almacén al extremo de la estación, echamos de menos al amigo de Moha. Por allí merodeaban en la oscuridad grupos más grandes. A paso ligero llegamos de nuevo a la pasarela para llegar al andén 14. Bajamos las escaleras y el tren que estaba llegando era el Kerala Express. Seguimos caminando por el andén hasta el penúltimo vagón, el de mercancía. A llegar los porteadores estaban intentando abrir las enormes puertas de acero. No había forma, ni tres ni cuatro, ni uno o dos con la palanca. Parecía imposible abrir la puerta, trabada por los golpes sobre raíles de los tres mil kilómetros de viaje. El capataz regañaba a los flacos porteadores, que seguían intentándolo con una enorme palanca y tremendos golpes.

Un mando superior con barriga llegó y empezaron los gritos entre ellos. Al final desde dentro, una de las puertas se abrió haciendo un ruido infernal y dejando caer un par de cajas de mango a las vías. Me acerqué todo lo que pude y no estaba la moto. Solo cajas de mango amontonadas sin orden. Moha me preguntó que si estaba seguro de que la moto había subido en ese tren, le dije que sí. Quedaba la otra puerta por abrir. Y se abrió como la primera, con golpes, chirridos de metal y palancas. Debajo y entre muchas cajas de mango estaba la parte de atrás de la Himalayan.

El calentón

Mi tolerancia aquella noche era mucha pero me asuste al ver la moto. Con la presión de las cajas de mango sobre ella, pensé que se podía haber roto algo. No me aguante más e hice un par de gestos de enfado, indignado, algo que pocas veces funciona. El ambiente era muy tenso. Todos estábamos muy cansados de esperar el tren. Los mozos lanzaban las cajas de mango desde el vagón al andén y allí otros se encargaban de hacer montones para contarlas. Un capataz, con un jersey a rayas azul muy limpio miraba con mucho odio y gritaba corrigiendo a los porteadores que manejan las cajas, con muy poco vigor y menos organización. Después de un buen rato cuando terminaron de bajar todas las cajas de mango bajaron la moto.

Moha me pidió el recibo de la mercancía para que el responsable de las expediciones del andén, nos diese otro papel para sacar la moto de la estación. Aquello seguía siendo una locura. Al otro lado de la plataforma estaba apunto de salir un tren y estaban cargando las mercancías. Lo mismo que antes. Metían los paquetes a presión y a gritos. Tenía que seguir esperando lo que noche dictase.

Vagón de mercancías del Kerala Express

El vídeo del calentón. Moha el del gorro de la derecha.

En cualquier pueblo de Kerala.

 

Kunzum Pass 4500 msnm
Amigos en la ruta

En Chhatru después de salir de Chandratal a casi 5000 msnm

Vuelta al almacén con la moto

Al rato llegó Moha con el papel. Agarre el manillar y empecé a empujar la moto por el andén hacia el almacén. Moha me increpó diciendo que ese era su trabajo y le dije que luego le tocaría a él, que empujará por detrás. Este viaje era diferente, la moto no podía subir las escaleras, para por la plataforma principal llegar al otro lado de la estación y luego a la zona de mercancías. Tuvimos que salir hasta el final del andén y un poquito más, para poder cruzar la moto sobre las vías. Ese recorrido fue el más infernal de la noche por los suburbios y las penumbras de la gran estación de New Delhi.

Llegamos con Moha tirando de la moto. Para conseguir el pase definitivo de salida a la moto, había dos ventanillas, con dos personas casi toda la noche, ahora sólo una operativa. Tuve que esperar a alguien que estaba con su trámite. No entendía nada. Durante la noche nadie había pasado por esas ventanillas y ahora estaba haciendo cola. Moha desde lejos me hacía gestos para que me tranquilizase, diciéndome que estaba casi hecho, que fuera más paciente.

Llegado mi turno le di al tipo el recibo por la cochambrosa ventanilla. Él era igual de horrible, con un ojo mal, arrugas profundas y una peluca de pelo liso negro grasiento. Cogí aire profundamente, sin hablar no moverme esperé. Terminó de teclear y la impresora vetusta de carril no funcionó. Lo intenta, pero el botón no responde. Arranca una hoja del rollo y se sienta de nuevo, sacando un boli del bolsillo de su camisa. Inhalo y exhalo de nuevo. «Que funcione el boli por favor». Solo escribe unos números y me da el papelucho sonriendo con cara de joker.

El último Chai

Nos quedaba atravesar el gigantesco almacén principal para llegar a una mesa donde esperaba otro señor con gorra de visera. El último puesto de control de la estación de salida de mercancía. Unos 70 metros con Moha y la moto en los que hice un repaso. «Móvil, mochila, gasolina y moto. Ahora compro tabaco cuando salga, a las tres de la mañana aquí está todo abierto». Tenía muchas ganas de un cigarro y no quedaban ni biris de Moha. 

El tipo del sombrero

Al llegar a la altura de la mesa vi sentado frente a ella a un tipo delgaducho con jersey verde ceñido. A la derecha de la mesa dos sillas de estación, de esas que están juntas, y otro tipo sentado en una de ellas, más grueso, con abrigo y sombrero. Saludé y puse mi papel sobre la mesa, donde humeaban tres apetecibles chais humeantes, tapados en vasos de plástico. El tipo del sombrero me dijo mirándome que agarrarse uno. No dudé ni un segundo. Cogí el vaso calentito, dando las gracias a todos los dioses hindúes y santos católicos. Luego hizo un gesto para que me sentase junto a él. Era un hombre muy corpulento. Debajo del sombrero pude ver unas gafas negras con unos cristales verdes, que no eran nuevos. Sacó del bolsillo del abrigo un paquete de cigarrillos y me puso lo puso delante. Agarré uno y muy amablemente sacó su encendedor dándome fuego.

Sentado con el chai y el cigarro pensé que el momento era un justo premio después de aquella noche de batallas. Levante la mirada hacia atrás y allí estaba Moha con la moto esperándome. Tras él pasaba un tren de carretillas cargadas con las cajas de mango que salían del almacén. Cuando volví la cabeza, el tipo del sombrero me miró fijamente por encima de sus gafas verdes y me dijo: «Soy el dueño de las cajas de mango, creo que usted es el de la moto, un placer conocerle».

[Himalayan Sand Adventure] Viajes en moto de aventura

[Himalayan Sand Adventure] Viajes en moto de aventura

He tenido el gran privilegio de participar en un grandioso fin de semana en la playa con lo que más me gusta, retos, amigos, motos y birras. Todo gracias a la iniciativa del concesionario de Royal Enfield Buenas Rutas, en Pilar, Buenos Aires.

El reto consistió en conducir la Himalayan por arena y dunas. El lugar Pinamar, un destino muy turístico de playa al sur de Buenos Aires. Me gustó mucho, la ciudad, las pinadas y la playa.

La ruta 2

Salimos un viernes once motos desde una gasolinera de Buenos Aires para recorrer juntos los 342 km que separan la capital de Pinamar. Sorpresa! Además de los colegas participantes y los chicos de la tienda, nos acompaña el amigo Gato Barbery, piloto y periodista, especializado en el mundo de motor y la competición.

Pinamar

Después de cinco horas de viaje con un par de paradas de hermandad y descanso en la ruta llegamos a Pinamar. Me recordó mucho a mi querida playa de San Juan, edificios de apartamentos con sus bajos de comercios, todo con un ambiente claramente playero.

Playas Hotel es el primer hotel de Pinamar conservando un estilo clásico y muy acogedor. Cenamos en su bonito patio, ya todos pensando en ponernos las botas al día siguiente, ese día que no te importa nada madrugar.

El día del reto

Y temprano con esa bonita luz de la mañana salimos en caravana detrás del 4×4 por la costanera de Pinamar, sin asfalto, todo un lujo. La playa es grande y poco a poco se van terminando los restaurantes y chiringuitos. Con dos pilotos abriendo y cerrando el grupo, Jorge Herrera y Javier Alteri, seguimos hasta que empieza la pinada. Ellos se iban a encargar de llevar el grupo y darnos en todo momento los valiosos consejos para disfrutar del día de moto, arena y playa.

El primer tramo fue un filtro. Una pista de arena paralela a un camino de asfalto para prácticas equinas. Una recta de unos mil metros, muy bacheada, pisada por los caballos y de arena muy suelta. Pasamos todos y a partir de ahí estaba claro que el grupo iba a llegar al final tal y como empezamos.

Después de varios caminos de arena entre preciosos pinares, llegamos a la zona de dunas. Subimos, bajamos jugando y disfrutando mucho. El clima fue perfecto, día soleado, sin viento y el calor justo. Jorge y Javier nos indicaron como girar rápido y otros trucos que justo después practicamos. Solo me caí una vez, justo después del momento de esta foto de Dario, que se encargaba del reportaje del evento.

Y por fin la playa

Así que paso la mañana volando y llegamos todos a la playa sanos y salvos con una sonrisa de oreja a oreja. Nos estaban esperando las birras de la victoria. Pero antes de la birra lo que hice fue ponerme el bañador y salir disparado hacia el mar. El agua del océano estaba perfecta y fue el primero de unos cuantos.

Estuvimos comiendo cosas muy ricas del mar en un gran chiringuito, Kota Beach. Aquí los llaman balnearios 🤔 Después de comer y la sobremesa fuimos al final de la playa a una carpa de Royal Enfield Buenas Rutas. Allí seguimos disfrutando del gran día hasta últimas horas de la tarde.

Un gran fin de semana gracias a la iniciativa de Royal Enfield Buenas Rutas y Royal Enfield Argentina. ✌