Recorrer la costa siempre me ha gustado y si es una como la de estas dos jornadas, mucho más. Siempre es muy atractivo buscar el cabo en el que se juntan las aguas de los mares y océanos. Allí suelen estar los faros con historias de marineros y pescadores que perduran en el tiempo.
Y con ese ánimo salí de Oviedo, después de hacer una parada en Motormanía para revisar la moto y saludar a Jose y Manolo. Cuando ésta estuvo lista decidí salir por la A-66 en busca de la salida de Luarca. Este trayecto de 100 km ha sido el más desagradable de todo el viaje, debido al intenso tráfico por esa auto-vía en plenas vacaciones de Agosto.
En Luarca hice la parada del bocata en el restaurante El Barómetro. El cocinero es famoso por las paellas de pescado y es de Almería. Allí en su puerta conocí a dos representantes en viaje de negocios y estuvimos charlando sobre motos. Ellos recomendaron una última parada en Puerto de Vega.
Y al caer la tarde llegué al primero de los faros de las rías altas que tenía previsto visitar, Estaca de Bares, el punto más septentrional de la península ibérica. La noche la pasé en el pueblo de Cariño, al otro lado de la ría y muy cerca del segundo de los faros, el cabo Ortegal. La leyenda cuenta que en tiempos remotos, por estas tierras solamente moraban un matrimonio de marineros con sus 10 hermosas hijas solteras. Las jóvenes, que conocían perfectamente todas las piedras y acantilados de la costa, encontraron un día a trece náufragos. Por supuesto, las jóvenes los ayudaron y los llevaron hacia casa, cuidándolos por una temporada en la que comenzaron a enamorarse los unos de los otros. Pero como los hombres era trece, tres de ellos sobraban, así que acordaron echar a suertes quién debía irse. Los tres perdedores marcharon apenados hacia sus tierras de origen, con el resquemor del amor perdido y, cuando fueron preguntados de dónde venían, contestaron al mismo tiempo: «De la villa de los amores, donde todo es cariño»
Y allí estuve la mañana siguiente muy pronto disfrutando de la bonita luz del amanecer y el sitio tan especial en el que estaba. Poco después salí bordeando los acantilados por las pistas forestales hacia la garita de garita de Herbeira, a 620 metros sobre un mar. La construcción es del siglo XVIII y en cuanto llegué entre la niebla me sirvió de refugio, el viento más fuerte que recuerdo, que me empujaba con moto y todo.
ç
Después de disfrutar de carreteras solitarias a primera hora de la mañana en el parque natural de la Costa Ártabra, estas se llenaron a mediodía de coches llegando a las zonas de playas más turísticas como Valdoviño. Allí observe por primera vez en el viaje el fenómeno de las mareas en la costa del norte de España, que hacen que el paisaje sea distinto cada 12 horas.
Luego paré a comer en Betanzos, junto al puente del río Mandeo, en el Bar O’pepe, un gran bocadillo de calamares gallegos. Poco después continué hasta A Coruña por Ferrol, llegando hasta la barrera del puerto pesquero, a donde llega el mejor marisco del mundo, seguro. El amable guarda de la autoridad portuaria me dejo pasar, levantando la barrera, para hacer unas fotos con la moto y los barcos pesqueros.
Al caer la tarde llegué a mi destino Laxe. Y nada más salir el sol emprendí el último tramo hasta el fin del mundo, Fisnisterre.
Un viaje siempre es muy emocionante, sales de tu rutina, cambias los hábitos, conoces gente diferente, creces como persona, sumando experiencia y conocimiento sobre los demás y tú mismo. Creo que la palabra felicidad debería ir acompañada siempre de la palabra emoción.
Y muy muy emocionante fue la cuarta etapa del viaje al fin del mundo, que parte de Ojacastro, en La Rioja y termina en mi querida Asturias. Salgo de Ojacastro y en pocos kilómetros rodando hacia el norte llego hasta Santo Domingo de la Calzada, para girar hacia el oeste dirección Burgos por la N-120. A primera hora de la mañana me encuentro con decenas de peregrinos, a pie y en bici. Algunos muy cerca de la carretera, con mucho tráfico de camiones. En Burgos tomo la circunvalación, en dirección Aguilar del Campoo, por las nacionales N-623/627, para después coger la CL-626 dejando el embalse de Aguilar a la izquierda. La carretera empieza a ser preciosa, prometedora y la emoción va en aumento, llegando a Cervera de Pisuerga, con las vistas de su castillo arriba en la colina. Por la CL-627 voy adentrándome en el Parque Natural Fuentes Carrionas y Fuente Cobre, en dirección a Potes, con los Picos de Europa al fondo llamándome a gritos.
La ruta en moto es fantástica, primero subiendo por un escenario rural con bonitas curvas y desfiladeros, para luego llegar al puerto de Piedrasluengas (1355 m), un paso de montaña entre la provincia de Palencia y Cantabria con un mirador de los Picos de Europa que ya están muy cerca.
Desde el paso empieza una bajada que hago sin motor, emocionado, disfrutando del aire puro de la montaña, de todo verde a mi alrededor y de los increíbles picos que asoman, cada vez que salgo al borde del valle. Dejo Potes a mano izquierda para coger la N-621 hacia Panes con un poco más de tráfico, muy cerca de la hora de comer. La carretera sigue siendo de ensueño para rodar con la Royal Enfield atravesando el desfiladero de la Hermida, que con sus 21 kilómetros de longitud, que hacen de este el más largo de España. Aquí veo allá arriba porqué se llaman a estas montañas los Picos de Europa.
Y mi suerte era mi destino, el Chigre L’Orbayu, en Arenas de Cabrales, justo a la hora de comer medía de queso cabrales y un chorizo a la sidra, acompañado de una sidrina fresquita y la buena gente de este maravilloso pueblo de Asturias, entre los Picos y la costa del Cantábrico, con sus espectaculares playas.
Y entonces, después de la sobremesa, lo mejor del día estaba por llegar. En Sotres me estaba esperando Juanjo en su magnifico hotel rural Casa Cipriano, punto de partida de expediciones al Picu Urriellu o Naranjo de Bulnes, la roca mítica de los Picos.
Después de descargar alforjas y preguntar a los babas del lugar, vuelvo a subirme el la moto hacia el valle de las Moñetas en dirección Aliva y teleférico de Fuente D, una hermosa pista pedregosa entre los macizos Central y Oriental de los Picos de Europa. Entonces me cruzo con varios taxis 4×4 que bajan turistas por la morrena y a uno de ellos le pregunto si podré subir con la moto. Después de mirar mis neumáticos, los de casa, de carretera, me dice que si soy capaz de pasar las primeras rampas después de los invernales, las pista está hecha hasta Aliva y el teleférico.
No tenía dudas de que la Royal Enfield Battle Green, en primera marcha era capaz de eso y mucho más… Sobran las palabras, sólo quedan para hablar con las vacas y las cabras. Momento único, emoción al por mayor para meses en el deposito de gasolina 🙂
La tercera etapa del viaje al fin del mundo empieza en Cabanillas del Campo, Guadalajara. Desde allí salgo hacia el norte por la CM – 101 en dirección hacia Valverde de los Arroyos. Este es uno de los más bonitos pueblos de España, aunque están muy sobrados y además de no poder tomar un café a las 8 de la mañana por que estaba todo cerrado, se permiten el lujo de hacer obras en medio del pueblo en pleno mes de agosto y despertar a martillazos a los turistas. Creo que la próxima vez pasaré de largo….
Porque la carretera si que es una maravilla. Después de Umbralejo paso por el puerto de montaña del Campanario del Galve, con una altitud de 1560 m, rodeado de bonitas montañas y muchas curvas. La carretera a pesar de no estar en mal estado, la estaban arreglando. Debe ser que sobra el dinero en la comunidad de Castilla – La Mancha.
Cruzando un desolado altiplano muy salvaje llego al cartel de Castilla y Leon, rodeado de gigantes molinos de viento de los modernos. Como anticipo de las costumbres medievales, tirar piedras o disparar armas de fuego, veo que alguien se ha entrenido disparando balas sobre la palabra «Leon» del cartel de la carretera. Será que no le gustan los animales…
Sigo hacia el norte hasta llegar al pueblo segoviano de Ayllon, que está en plena fiestas en las que el pueblo entero se viste con ropas medievales y disfruta de todo un fin de semana de actividades acordes con la celebración…
Después de un montadito de tortilla y un coca-cola en la pintoresca plaza de pueblo salgo a la N – 110 camino de El Burgo de Osma, con bonitos paisajes a mi alrededor y algún camión con mucha prisa. Antes paso por el puente sobre el río Duero de San Esteban de Gormaz.
Desde El Burgo sigo hacia el norte atravesando el Parque Natural Cañón del Río Lobos, muy buenas curvas sin trafico y buena calzada. Las últimas decenas de kilómetros de la jornada, las hago por carreteras rurales de la sierra de Burgos llegando hasta el embalse de Uzquiza, que me sorprende por la cantidad de agua que tiene.
Mi destino es Ojacastro, en La Rioja, para lo cual tengo que girar hacia el este por Pradilla de Belorado, desde donde se sube un precioso puerto, Alto de Pradilla de 1245 m. de altitud, con la calzada y unas curvas perfectas para las más R.
Poco antes de Ojacastro, hago una parada en Ezcaray al ver una bonita terraza y estas dos GS aparcadas. Dos pijos de manual, con la misma moto impersonal y dos rubias de bote, sota, caballo y rey. Resulta que uno de ellos estuvo hace 30 años en India rodando en moto, pero no se acuerda dónde, cuanto fantasma hay por ahí suelto…
Todo lo contrario que Txispi, la gerente de la preciosa y personal casa Rural donde descanso. Un lugar lejos de la carretera principal, muy tranquilo, con bonitos paseos por las aldeas rurales cercanas: Casa Ugarte, La Rioja.
La Royal Enfield Battle Green es la motocicleta perfecta para disfrutar de un viaje al fin del mundo sin prisas. De esta manera se rueda por carreteras nacionales y secundarias, muy poco transitadas, en las hay tiempo de parar y contemplar los bonitos paisajes de la España más profunda y auténtica.
La ruta que elijo hacia el fin del mundo empieza por la A-31 hasta poco después de Almansa donde me desvío por la CM-3201 dirección Alpera. Enseguida se empiezan a ver campos de viñedos hasta llegar a través de grandes pinadas hasta la bonita Alcalá del Jucar.
Después de la parada obligatoria y a atravesar el profundo cañón del río Jucar sobre donde se asienta el pueblo, empiezan largas rectas atravesando campos con rojas tierras y enormes plantaciones de viñedos.
Después cruzo la A-3 para seguir atravesando bonitos pinares y llegar para comer el bocata a Almodóvar del Pinar, desde donde empiezan los característicos campos de la mancha, con los preciosos cultivos de girasoles.
Y termino la etapa en una magnífica casa rural en Valdecabras, un pueblo de 60 habitantes a 14 km de Cuenca. http://www.casaruralcuenca.com/
Fran es el propietario, super amable. La casa está nueva y es muy acogedora, totalmente recomendable para visitar la preciosa Cuenca y su Serranía.
Desde Valdecabras la Serranía de Cuenca está a tiro de piedra, pinares entre barrancos y meandros de los ríos Jucar y Cuervo. La carretera es perfecta para la Royal Enfield, toboganes repletos de curvas de bonitas trazadas, rodeados de naturaleza.
La siguiente etapa me lleva a Guadalajara por carreteras sin tráfico que mezclan los girasoles y campos con sus segadoras y pacas de paja.
La última parada antes de llegar a Guadalajara la hago en Sacedón y bajo hasta el pantano de Entrepeñas para comprobar lo bajo que está el nivel de agua en el mes de agosto. Continuará…
¿Quieres saborear el mejor coco de tu vida? Está en Kerala, en una isla llamada Munroe, encontrarás una preciosa casa rural de Linger, en el centro de una plantación de cocoteros orgánica, surcada por decenas de canales de agua semi salada, que hace del lugar una especie de Venecia, en pleno palmeral tropical.
Hasta este fantástico lugar se puede llegar por el agua o a través de dos puentes por los cuales solo se puede pasar a pie. Es de esos sitios que antes de llegar ya sabes que va a ser excepcional por su ubicación en medio de la nada.
Los dos puentes sobrepasan dos hermosos canales adyacentes al río Kallada, el cual desemboca en le lago Ashtamudi, el segundo más grande de Kerala después del lago Vembanad.
La casa principal de la plantación tiene más de cien años y el terreno pertenece a la misma familia desde hace cientos de años. Es un lugar muy acogedor, con un gusto excepcional. Los muebles y la decoración te hacen disfrutar de cada momento dentro de la casa. Dispone de cocina de leña y la comida casera que sirven es deliciosa.
La casa está rodeada de un frondoso jardín tropical en el que hay preciosas flores de colores chillones y dos jóvenes plantas de bambú.
La plantación orgánica además de cocos produce un liquido llamado Neera, el cual se extrae cortando la rama de la flor de los cocoteros. La bebida es muy popular debido a su alto valor nutritivo, delicioso sabor y aroma agradable. También se exporta después de ser pasteurizada y embotellada.
Antes de llegar a Linger en Munroe Island estaba un poco triste y decaído ante el inminente final del viaje de mi vida. Este lugar me ha hecho recuperar la fe y va ayudar a afrontar las últimas semanas, que van a ser duras… ya verás 😉
ç
