Desde muy pequeño me han gustado las cosas con ruedas y que se pudiesen manejar. Luego sin llegar al suelo, con una Mobilette campera mono-plaza con colín de carga de color blanco y azul cielo, rodaba casi siempre fuera del asfalto llegando a donde no se podía. Mis vecinos, que buena gente… la de veces que volvía, con el escape colgando o sin él.

Después han pasado muchas otras y he vivido aventuras memorables y otras que todavía duelen de solo recordar, demasiadas historias para este blog basado en el presente, así que vamos con el fantástico viaje por India en moto de 10 días que he hecho por Rajasthan.

La primera toma de contacto con las motos fue un tranquilo paseo de unos 10 kms desde Alwar a Dadhikar Fort, donde pasamos la noche. A media tarde tuvimos una reunión en la que nos presentaron el itinerario con detalle y nos dieron información y sabios consejos de como conducir una moto por las carreteras de India.

El primer día madrugamos poco y sobre las 8 y media estábamos preparados para afrontar la etapa entre Alwar y Mandawa de 180 kms. La primera parte del recorrido lo hicimos a través de pequeños pueblos de agricultores y sus campos brotando verde, justo después de la temporada de lluvias

Rodando por una cómoda carretera llegamos al cruce de la autopista, por llamarla de alguna manera, que une New Delhi con la capital de Rajastán, Jaipur. Estas intersecciones son un hervidero de gente de un lado para otro, unos a pie, otros en bici…los camiones, todo mezclado y sin orden. Lo mejor es no distraerse mucho en medio del caos y pasar rápida y disimuladamente.

Después de unos kilómetros, pasado el cruce, todo se calmo y disfrutamos del paisaje y de los pequeños pueblos semi abandonados y semi destruidos, pero que aún conservan lashavelis, las antiguas fincas privadas de India y Pakistán.

Sobre la hora de comer llegamos al castillo de Mandawa, donde pasaríamos la noche. Después de comer, la rehidratación a base de Kingfisher y de un baño en la piscina del castillo, bajamos al pueblo a conocer las havelis más importantes.

El día siguiente salimos muy pronto hacia Bikaner, recorriendo las callejuelas de la ruta de la havelis, una delicia de paseo con Five, para calentar el motor. La distancia hasta nuestro destino era de 200 kms, en los que vimos como la tierra pasaba de tener un color rojizo a otro mucho más claro, el de la arena del desierto del Thar.

Sobre las dos de la tarde, haciendo un par de paradas de chai y colegueo llegamos a Bikaner, pasando bastante calor las dos últimas horas del viaje. Allí todos se quedaron en el pueblo, menos el que escribe, que con el coche de apoyo se fue al templo de las ratas, pero esto es otro post, quizás, algún día.

Hoy por fin llegabamos a Jaisalmer, tras 330 kms de recorrido, por buenas carreteras mantenidas por el ejercito Indio. El paisaje por el que rodabamos era semi desértico y en algunas ocasiones la arena se acumulaba en los arcenes de la carretera.

Jaisalmer está solo a unos 100 kms de la frontera con Pakistán y la presencia del ejecito se hace notar, como en otras zonas fronterizas en la que hemos estado, por ejemplo Ladakh. Por la tarde me fui al castillo y me encontré un grupo de españoles de ruta por India. Eran unas 15 personas y estaban haciendo un recorrido por el norte de India y Nepal de 28 días. El que más pena me dió fue el guía, luego que cada uno eliga su forma de viajar.

Por fin llegó el día más deseado, nos ibamos al desierto en busca de las dunas. A poco más de 70 km al sur de Jaisalmer nos esperaban unos camellos, sobre los que vimos la puesta de sol en las dunas.

En la primera oportunidad que tuvimos, comprobamos que las motos no pueden rodar por la arena… Muy decididos todos nos dirigimos abierttos de piernas sobre la Enfield hacia la pequeña duna, pero ninguno de nosotros pudo pasar de la zona donde la arena se hacia más densa. Nos reimos un buen rato…

Después de una parada en un fuerte sobre una colina en la que en sus faldas habia un poblado abandonado hace cientos de años, atravesamos una pequeña carretera que estaba revindicada por la duna de al lado…

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Fue una trampa bien preparada. Por un lado llevaba un paquete que me habían colocado justo antes y lo peor, entre por la izquierda en lugar de por la derecha, por donde era más facil… haciendolo por el mismo lado que el guía, que había pasado primero para hacer estas fotos. Más risas.

Difruntando mucho de la moto por la pistas del desierto llegamos al sitio donde nos estaban esperando para llevarnos a pasar la noche en las dunas del desierto del Thar.

Disfrutamos de una rica cena, la actuación musical de unos gitanos del desierto y a la hora de dormir subimos a lo alto de la duna, para dormir sobre unas colchonetas, viendo un espectáculo más que grandioso llamado Vía Láctea.

La siguiente jornada empezó nada más salir el sol. Nos esperaban más de 300 kms hasta Jodhpur. El día fue largo y la llegada a Jodhpur espectacular, subiendo hasta el fuerte Mehrangarh, que estaba lleno de turistas indios, visitando la increible fortaleza

Al día siguiente salimos hacia Pushkar. Nos esperaban unos 170 kms de los cuales la mayoría los hicimos por carreteras secundarias atravesando las zonas rurales agrícolas de los campesinos rajastaníes. Fue una etapa espectacular, con toda la esencia del Rajastán. Sus campesinos con los turbantes de colores más que vivos, que apenas se pueden ver en la ciudades. La mujeres con sus saris y sus cuencos, transportando el agua a sus hogares sobre sus cabezas. Continuamente atravesamos pequeños poblados en los que si no fuese por los tractores, podrían ser escenarios de la edad media.

En Pushkar disfrutamos del gran ambiente de este pueblo sagrado y al día siguiente hicimos los 160 kms de la última etapa del recorrido hasta Jaipur. La primera parte fue igual de bonita que el día anterior, pero poco después no nos quedo más remedio que recorrer los últimos 90 kms por la autopista. Para terminar de una manera especial, llegando a Jaipur el tiempo estaba revuelto y la carretera mojada y resbaladiza. Había caido un buen chaparron, del cual a nosotros solo nos afecto la ligera llovizna del final de la tormenta.

Lo último que recuerdo sobre la moto es que entrando en la calle del hotel le di las gracias por haber sido tan buena compañera de viaje. El mecanico no tuvo esta vez ningún tipo de trabajo con Five durante todo el viaje, perdón el GRAN VIAJE. Aquí os esperamos, a todos los moteros ávidos de aventuras y experiencias vitales que no se olvidan jamás.