Himalaya en moto, principio de octubre 2016

Backwoods Mountain Camp

Llegamos a Manali después de viajar en moto por el valle de Spiti. Allí tuvimos la suerte de conocer a Vikas y estar alojados en su fantástico Backwoods Mountain Camp. El campamento se encuentra en un lugar magnífico en plena montaña. Las vistas son espectaculares sobre el río Beas y Manali.

Vikas es tipo excepcional de esos que conoces viajando.
Tiene una huerta y todo lo que come lo hace con conciencia y es orgánico.
Conoce las montañas como nadie y organiza todo tipo de caminatas desde su campamento. Incluso te lleva a dormir a un iglú en medio de la montaña.

Dharamsala

Nuestro siguiente destino fue Dharamsala. En las cumbres de las colinas de de esta ciudad del Himalaya está el pueblo de McLeod Ganj. Es el lugar de residencia del Dalai Lama y donde está exiliado el gobierno de Tíbet. Un sitio donde la cultura tibetana está viva y coleando. El plan era estar allí diez días durante los cuales Marta hizo un curso de budismo en el Tushita Meditation Centre.

Marta estaba cansada de la moto y decidió viajar en bus desde Manali hasta Dharamsala los doscientos y pico kilómetros, toda una aventura. Fue un día de viaje inolvidable. El primer día después de cruzar el Himalaya en moto, el primer día del resto del viaje. Durante gran parte del trayecto por los valles de Himachal Pradesh fui detrás del bus. Se me ocurrió que lo mejor era no perderlo de vista 🙂

McLeod Ganj

Durante aquellos días estuve organizando el resto del viaje que iba a terminar en Kerala, en el sur de India. También me escapé un par de días a Earth House la casa rural sin cables en Palampur, donde estuve de maravilla.

Una de esas tardes bajé a McLeod Ganj desde mi privilegiada casa en las alturas de las colinas, Jagatram Niwas.

Este lugar es como toda India, mucha, mucha, muchísima gente y si además es hora punta… y quieres comprar una birras tienes que tener paciencia. Este vídeo lo grabe sin saber que la Go Pro estaba encendida. He puesto una banda sonora que lleva muy bien el ritmo de los acontecimientos.

Bajada de humos

Cada vez que bajaba al pueblo tenía que subir una pista muy peliaguda. Sobre todo al final que se empinaba mucho con curvas muy cerradas. Ese trozo estaba muy mal, un pedregal de cemento roto, lleno de ramas y gravilla. En una de estas que subo me detengo para hacer unas fotos y me encuentro la siguiente escena:

Jamás olvidaré la cara del niño mirándome y como diciendo… «Ehhhh qué te crees?? Que eres el único que sube aquí?» 🙂

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