Mañana segundo bolo en Delhi!!! Y en el mismo fantástico sitio. No puedo esperar que llegue el momento de soltar el primer temarraco, como suena, que graves Rosa!. He estado en unos cuantos bares aquí, y sólo en uno de ellos, la potencia y la calidad del sonido es parecida a la del A.I. I get the power!! La fiesta se llama Glow Party y consiste en crear una ambiente electro rave?? a base de luz negra y rayo laser. La entrada cuesta unos 16 € y el importe total lo puedes canjear por copas en el interior. Me conformo con que salga como la primera y espero sonreír un poco más, mi amiga Pilar. 😉


La paella del otro día fue mi clásica, de pollo y magro de cerdo, con la esencia divina de la ñora tostadita, triturada con una cantidad generosa de dientes de ajo. Se me acusa de no salar demasiado mis paellas, siempre la familia claro, que tiene la confianza para hacerlo. Pero es que con la pócima es suficiente. Toñete, te espero para la Olleta.


Si sale buena da para diez comensales como mucho… y eramos algunos más. Durante el ritual de cocción, estuve a punto de convertir a un vegetariano en carnívoro. A la hora de repartir tuve que poner poca cantidad para que todos nuestros amigos la pudiesen catar. Creo que me quedé corto sirviendo algunos platos. Espero poder compensar pronto a los que que se quedaron con ganas. La foto confirma el famoso dicho de «el que parte y reparte se lleva la mejor parte!» 😉


Delhi a pesar de ser una gran ciudad, esta petada de vegetación muy diversa, además de unas zonas verdes enormes y casi salvajes. El cielo está lleno durante el día de aves de todo tipo y es alucinante ver desde el balcón de casa esa diversidad tan opulenta. Este pajarraco negro, ojala algún erudito en la materia le pusiese nombre, estuvo atento durante toda la comida, seguro que no le toco ni un solo grano al pobre.


Los indios me siguen mirando con curiosidad, no creo que eso cambie nunca. Yo también a ellos, el paso del tiempo me va descubriendo como son. Y es que son muy muy diferentes a nosotros. Para bien o para mal me tengo que ir acostumbrando, pero pensado positivo puedo aprender, o recordar, algunas virtudes que quizá desde hace tiempo no recordaba o practicaba. Una de ellas es la autenticidad. Es algo que me gusta. Allí, en nuestro mundo occidental, el temor a no gustar o ser rechazado, creo que provoca que todo sea menos genuino, a pesar de ser una sociedad mucho más avanzada.



La terraza de nuestra casa me esta descubriendo de tarde en tarde la magía que acompaña una puesta de sol. A pesar de estar en una de las ciudades más contaminadas del mundo, el encanto y armonía de esos últimos minutos de crepúsculo, hacen de ellos un valioso ritual de paz y sosiego.



Y como ya es tradición ahora vienen la instantáneas bovinas. La primera en Main Market, el buey tirando de la carga, como en la edad media. La otra es desafiante, no olvidaré como giró la cabeza el animal cuando pasamos cerca de él con el coche.



P.D. Amigo weekenero Eusebi, muchas gracias por esos ánimos y esas palabras tan bonitas que conservo en mi memoria.