Bombay (बंबई)

Antes de hablar sobre lo que visto en esta mole humana me gustaría refrescar algunos datos sobre la población y la densidad de Bombay, puramente numéricos y fáciles de comparar con otras grandes ciudades del mundo, incluso con mi querida y añorada Delhi, con la que me quedo a pesar de no tener playa.


Ni mucho menos me imaginaba que Bombay iba a ser así, a pesar de la advertencias de los amigos y documentales y películas varias que he visto. He dormido muy poco estos días y me temo que hasta que no acabe este post no me voy a la cama.

Los primeros escalofríos me entraron el lunes antes de comer. Estaba dando una vuelta por la zona más turística de Bombay, al sur de la ciudad. Fue poco antes de entrar en el famoso Café Leopold, que me acaba de recomendar por teléfono un amigo. Iba caminando por una calle con varias agencias de viajes para tours locales, que anunciaban en sus escaparates paseos guiados por Dharavi, la concentración de chabolas más famosa de la ciudad.

La magia de las olas y la playa consiguen atenuar la realidad de esta mega metrópolis de asfalto ardiente y desgastado. Me contaron un par de indios, que se llegan a juntar mas de 25.000 personas en la playa de Juhu en esta época, que es de vacaciones en el cole para los niños. La familias acuden con sus hijos a jugar a la playa y a esperar que caiga la noche.

Buscando clientes en los suburbios, cerca de la estación de tren, la calle es un colapso de ruidos, olores y gente desfilando como si se estuviese evacuando la ciudad. Hasta que llega el atasco y lo bloquea todo. Increíble sensación de claustrofobia y de madre mía como haya que salir corriendo…

Familias enteras, abuelos, padres, hijos, familias muy numerosas, viviendo al borde de la infernal carretera que ruge y quema por el continuo tráfico de todo tipo de vehículos, avisando con sus bocinas. Los niños jugando al borde de la autopista, descalzos y medio desnudos, con su cuerpos llenos de roña y suciedad.

Gente viviendo en la calle por todos los lados, medianas, esquinas, aceras y solares. Bajo los puentes de la Express way «to heaven», están las familias más numerosas, intentando resolver el dilema de como comer hoy. Ancianos solos, jóvenes rastas tirando del saco de latas o cartón. Niñas con sus saris mugrientos, pidiendo a la salida del Mc Donals, y felices y contentas de conseguir un vaso de plástico, con la pajita por la que se bebe la Coca Cola. Y todo fluye con naturalidad a mi alrededor. El único extranjero pardillo en metros a la redonda, es el único que mira desconcertado como la miseria más absoluta y la riqueza, la nuestra; la de todos los que vamos al Mc Donals y bebemos Coca Cola, se mezclan en una extraña y aparente armonía sin sentido ni razón humana.

Muy grande mi conductor en Bombay, Sir Todaram. Sin su buena cara y buen hacer, hubiese sido imposible hacer las visitas que he conseguido hacer en estos tres días.